domingo, julio 01, 2007

Olímpico

Después de tanto quemarme las pestañas y las neuronas (y alguna que otra hamburguesa), los parciales se acabaron. Y aproveché para despejarme un poco leyendo algo que no tuviese NADA que ver con el estudio. Asique decidí terminar el libro de mitología griega que tenía empezado. Realmente, te despeja, te distrae, te atrapa y, por qué no, te enseña un poco más sobre los mitos griegos. Todos tenemos ese niño adentro que todavía queda embobado con estas historias mágicas, pero llenas de valores y enseñanzas, llena de dioses y seres fantásticos, amores y odios, venganzas, traiciones. Todos los condimentos que tiene la vida. Asique el que quiera recordar estas historias de una manera ágil y entretenida, recomendadísimo este libro.

Y esto me hizo inventar una pequeña encuesta: ¿Con qué personaje mitológico te identificas más, ahora o cuando eras chico? ¿Por qué?

En el próximo post, armamos el Olimpo blogger con los resultados de esta pregunta, y vemos a quién le tocan los Campos Elíseos y a quién el Tártaro.


[ Sobre Mitología Griega, de Nuri Abramowicz ]

sábado, junio 23, 2007

Medianoche

Libros. Desparramados por todas partes.
Una lámpara cansada, dos resaltadores casi gastados y tres tablas periódicas, de distintos tipos y colores. Paranoia. Una calculadora y un celular que ya casi no suena, sólo da la hora. Y de vez en cuando. Cuadernos terminados, hojas en blanco, exámenes viejos y nuevos. Más libros, más cuadernos, más exámenes. Una manzana a medio comer, un plato de arroz enfriándose y una tableta de cafiaspirinas. Cantidades industriales de té.
Alguien en la radio, que sigue prendida aunque ya no escucho, me avisa que el día cambió de número. Un día menos.



YA quiero que se terminen los parciales.

[Aunque todavia no empezaron.]

miércoles, junio 13, 2007

The Lord of the Rings


Hoy hago una excepción: hablo de una película en lugar de un libro, pero indirectamente pueden tomar como que hablo del libro (que merece la misma descripción). La otra noche ví por cuarta vez (en casa) El Señor de los Anillos, la comunidad del anillo. Y comprobé que nunca voy a dejar de sorprenderme con esta película, así la vea 5 veces, 10, o 100. La música, la fotografía, los vestuarios, los actores y los personajes, los diálogos, TODO es perfecto. Y hacen que sea un film de esos que ni bien terminan ya querés verlos de nuevo.

Mírenla.


[ Si es que todavía queda alguien que no lo haya hecho. ]

lunes, junio 04, 2007

Bichos malos

Construir armas biológicas no es más aberrante o inmoral que construir armas nucleares, químicas o convencionales; lo aberrante es, simplemente, crear armas.
Así dice Martín Lema, licenciado en Biotecnología, egresado de la Universidad de Quilmes, y autor del libro Guerra Biológica y Bioterrorismo, de la colección “Ciencia que ladra…”. Sumamente interesante para el que se ve atraído por estos temas (lo cual no quiere decir que uno sea un terrorista o proyecto de). Escrito con vocabulario sencillo para el que quiere animarse, no pierde tiempo en datos e información teórica que correspondería al estudio del tema en profundidad, sino que simplemente brinda un acercamiento a la materia, contando datos curiosos y situaciones que uno ignora por lo general. Liviano y corto, como para tomarle el gustito al tema y salir a investigar un poco más, aunque, como el mismo autor aclara, no se encuentra mucha información confiable sobre el tema dando vueltas por ahí. Una especie de “Bioterrorismo para principiantes” (en el buen sentido, se entiende), recomendado para los que dicen “¡¿qué %&$ significa eso?!” cuando oyen hablar de biotecnología y la famosa “guerra biológica. Y para que se vea que hay muchos profesionales made in argentina que quieren que el país progrese y crezca en materia de ciencia, y que quieren que toda la sociedad comience a conocerlos.
Como dice el prólogo: “Esta colección de divulgación científica está escrita por investigadores que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil.
Ciencia que ladra… no muerde, sólo da señales de que cabalga.”

Y cuánta razón tiene.

[ Sobre Guerra biológica y bioterrorismo, de Martín Lema ]

martes, mayo 08, 2007

Amor Pasajero

La mañana recién comenzaba, pero el mundo subterráneo ya se encontraba en hirviente actividad. Sentado en un banco esperaba, mientras los veía pasar, uno tras otro, anodinos esclavos, solitarios autómatas de los subsuelos de la ciudad. Pero entre ellos pasaste tú, como una ráfaga de aire en aquella atmósfera infernal de la rutina, un oasis en aquel desierto de hormigón.
Tu pelo rojizo me sacudió con su brillo al pasar frente a mí; brillo que aún hoy perdura, mientras te escribo, titilando en mis pupilas. Ese brillo y ese perfume, esa estela que dejaste al pasar por el andén, con paso seguro pero impaciente, resuelto y lleno de vitalidad. En ese momento descubrí el significado de la belleza, y el tiempo pareció detenerse en el doblez de tu pollera. El instante se hizo eterno, y al mismo tiempo, tan miserablemente efímero.
Me levanté como hechizado por el encanto de tu andar despreocupado y seguí tus huellas por la línea amarilla, esquivando maletines desganados y perezosos rezagados. Entré con dificultad en el último vagón rumbo a catedral, siguiéndote, siempre unos pasos detrás de los tuyos, temiendo contaminar el aura que te rodeaba si me acercaba demasiado. Entre la multitud que se agolpaba dentro, tu pelo seguía hipnotizándome y tu figura parecía hacerse aún más esbelta dentro de aquel cubículo. Tu mirada turmalina se perdía en publicidades, en imágenes sin sentido que pasaban a toda velocidad afuera, mientras que la mía seguía perdida en el remolino de tus curvas. De repente envidié a los hombres que te rodeaban en ese momento, que te ocultaban y te alejaban, sin saberlo, cada vez más de mí.
En cada estación que pasaba, una nueva inyección humana se colaba entre tu belleza y mi admiración, extendiendo hasta el infinito la insoportable brecha que nos separaba. Mil versos acudieron a mi mente en ese momento. Cientos de poemas de amor que te hubiese recitado al oído de memoria sin titubear, y otros cientos que hubiese podido crear inspirado sólo por la gracia de tus movimientos, por la incandescencia de tu cabello o por la simpleza de tu rostro. Palabras bellas pero inútiles, como tantas otras que murieron en mi boca antes de nacer.
Bajaste de pronto en alguna estación que ya no recuerdo, arrastrada por una masa amorfa que te engulló sin piedad al abrirse la puerta. Hombres y mujeres que se movían impacientes, chocándose impunes unos contra otros, como hormigas desesperadas tratando de llegar a tiempo a algún lugar. A ningún lugar.
Tu perfume me guiaba por los pasillos de la estación a medida que los recorría con creciente impaciencia, y aunque ya no te veía, te podía sentir. Cada vez más tenue, se me hacía difícil seguir tu rastro entre la multitud. Mil rostros sin expresión desfilaban a mí alrededor, absurdos, mareándome y burlándose de mi insensata pero desesperada búsqueda.¿Es que nunca corrieron detrás de alguien que ni siquiera conocían? ¿Es que nunca han perseguido con ingenua locura a alguien que veían por primera vez, para averiguar a dónde iba, qué hacía, quién era? ¿Es que nunca se han enamorado con tan solo una mirada?
Al final del camino me topé con la escalera, invariable, que me condujo a la superficie, donde el aire frío del mundo exterior chocó contra mí con crueldad, devolviéndome a la realidad. A la triste realidad de que te habías ido sin dejar huella, de que te había perdido.

El martes amaneció lluvioso, y a la misma hora te esperé en la estación. Pasaron las horas, lentas, pero tú no apareciste. Pasaron los mismos rostros sin expresión, pasaron los mismos hombres y mujeres apurados tratando de llegar a ningún lugar. Pero no pasaste tú. Y así pasaron los días, las semanas. Pasó el tiempo, pasaron cientos de trenes, llenos y vacíos, pero tú no entraste ni saliste de ninguno de ellos.
A pesar de todo, el fuego de tu cabello y el brillo de tus ojos no se han borrado aún de mi memoria, que los guarda como piezas invalorables de algún tesoro perdido, aunque ya no los he vuelto a ver pasar seguros e impacientes por el andén. Comprendí no sin esfuerzo que seguir buscándote sería inútil, como quizás también lo sea escribirte estas líneas, sentado en este mismo banco donde te vi pasar el día que te conocí; esperando que algún día las encuentres y las leas en el andén, mientras esperas, para que sepas que en algún lugar, alguien aún espera verte pasar.

[Disculpen la desaparición prolongada en exceso, gracias a todos los que siguieron pasando a ver si habia vuelto. Nos volvemos a leer.]

lunes, marzo 12, 2007

Serie de eventos desafortunados

Recibir una llamada a la medianoche para escuchar que tu madre está en camino hacia tu recién estrenado departamento un viernes a la noche no es lo mejor que te puede pasar.

Cuando te recuerdan que debés ir a buscarla a retiro a las 5 a.m. todavía pensás: "Bueno, es mi madre, hay cosas peores".

Los taxistas semidementes (¿semi dije?), dueños absolutos del transporte nocturno, que te bendicen o maldicen por igual al finalizar el viaje son moneda corriente, aunque hacen que la situación empeore considerablemente.

Una asignación mal de materias le pasa a cualquiera. Que las 3 materias estén superpuestas unas con otras dejandote la posibilidad de cursar una sola no tanto. Y el humor empeora.

Pero cuando parece que nada puede ser peor, te olvidás las llaves del departamento adentro, un domingo al mediodía. Sin mencionar que la puerta era blindada. Maldito Ábrete sesamo, ¿por qué eso sólo funciona en los cuentos?

Humor de perros.

Lo peor de todo es que esto de la mala suerte es harto inusual en mí. Y no puedo evitar pensar que es un augurio de los dioses.
Me pone de muy mal humor estar de mal humor. Y entonces, no hay salida.

[ Aunque pensándolo bien, no hay mal humor que un buen libro no pueda mejorar.]

miércoles, febrero 28, 2007

Canta, oh musa

De boca en boca se transmitían los grandes mitos en la antigua Grecia, hasta que fueron escritos y llegaron hasta nosotros por obra de algún Dios benévolo. Grandiosas y fantásticas aventuras, llenas de dioses tempestuosos y héroes vanidosos, de animales increíbles y mujeres hermosas, de un sinfín de personajes e historias que deslumbraron y deslumbrarán a niños y ancianos por igual. Y así los conocimos nosotros, y llegamos a deleitarnos con ellos hasta la admiración.
Lo mismo me pasó con esta novela, destinada a pasar desapercibida por la gran mayoría, muy a mi pesar.
Llegó a mí por una recomendación, que a su vez provenía de una anterior. Cosas del Hado. Fue así que de boca en boca, de mano en mano, Aquiles pies ligeros llegó hasta mi mesa de luz. Y, al igual que los mitos griegos, despertó en mí curiosidad y admiración por igual. La historia de Ulises, un lector de editorial, agobiado por su trabajo hasta el delirio épico, que un día conoce a un Aquiles invertido, enfermo y deforme, que le cambiará por completo la vida desde la inmovilidad de su silla de ruedas. Un mito imperfectamente perfecto.
Simplemente, una obra maestra, sencilla pero movilizante. Páginas y páginas de brillante narrativa, una imaginación desbordante y atrapante que llena las líneas de alusiones míticas, abundantes e ingeniosas comparaciones, metáforas que te hacen sonreír y volar. Un libro de lectura ágil y refrescante, ameno e inteligente por sobre todo, de esos que queremos releer ni bien llegamos a la última página.

Un libro que yo, a su vez, no puedo dejar de recomendarles a ustedes, queridos amigos. Disfrútenlo.

[ Sobre "Aquiles pies ligeros", del italiano Stefano Benni ]